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Hacer tribu

Al nacer mi bebé mi cuerpo y mi mente estaban rotos, tenía un cuerpo que no me respondía como quería y unos arranques a nivel anímico que no se los deseo ni a mi peor enemiga. No se si será por la falta de sueño, el dolor del cuerpo y/o por las hormonas alborotadas, lo cierto es que las primeras semanas de vida de mi bebé (y hasta los 3 meses) fueron las más difíciles de sobrellevar para mí. 

En esa montaña rusa emocional, muchas veces me preguntaba si lo que hacía o lo que pensaba era normal o no y lo peor de todo es que por mí misma no llegaba a ninguna conclusión. Sin embargo, tuve la fortuna de tener a una de mis mejores amigas embarazada al mismo tiempo que yo y habiendo parido nuestros bebés con 4 días de diferencia. Con ella hicimos tribu, esto es, nos llamábamos, mensajeábamos o juntábamos a charlar la diferencia entre la maternidad idealizada y la maternidad real; charlabamos acerca de los dolores corporales; de estrategias para dar la tetita sin sentir que nos estaban sacando un pedazo del cuerpo con cada succión; de las reacciones, muchas veces erráticas, que teníamos con nuestra pareja en el puerperio, etc. Hablamos de TODO. 

Cuando una se caía emocionalmente, la otra estaba ahí para sostener y hacer saber que era normal el cansancio, la frustración, las emociones fluctuantes y las reacciones ante el nuevo rol de interponer otra vida y otras necesidades muchas veces a las propias. Nuestro repertorio incluía desde ir a la plaza con los bebés, ir a tomar un café con los niños, mandarnos mensajes a las 3 de la mañana mientras estábamos dando la teta y queríamos dormir, etc. Principalmente ESTAR. Y así lo fuimos llevando, dementes, desarmadas, deconstruidas, nos fuimos configurando y fortaleciendo mutuamente en la tarea de maternar, con una mirada amorosa, sin juzgar y más que nada haciéndonos compañía.

Es que cuando una se abre a que también hay una lado B de la maternidad, el camino parece ser menos cuesta arriba. Comencé a sentir que no era el único ser humano que estaba pasando por esas situaciones y que de vez en cuando tenía ganas de explotar. Hoy puedo decir que haber elegido hacer tribu fue una de las decisiones más acertadas que tomé en el camino de maternar y que lo volvería a hacer una y mil veces.

¿Y vos hacés o hiciste tribu? contanos tu experiencia.

¡Necesito ayuda, necesito una niñera!

La misma noche que nació Dr. Pipino me di cuenta que no iba a ser del tipo de bebé que duerme toda la noche de corrido; de hecho hasta los 4 primeros meses dormía solo 20 minutos seguidos y luego se despertaba. En estado de puerperio como estaba, con todas las hormonas alborotadas y el cuerpo literalmente roto, mi pareja hizo lo que pudo para ponerse a la par los primeros 10 días, hasta que tuvo que volver a trabajar y ahí el desbalanceo de carga de responsabilidades parental se hizo evidente. 

Ya el cuarto día después de parir, el solo hecho de pensar de que estaría todo el día sola con el bebé me hizo entrar en crisis. Si ahora con mi pareja apenas tenía tiempo para hacer la comida, bañarme, ir al baño, atender al nene, etc., ¿cómo iba a hacer para estar todo el día sola con el bebé, encargarme de él y de mí?. Y ahí fue cuando mi novio (quien vio la luz antes que yo) dijo: “HAY QUE PEDIR AYUDA”. 

Al principio lo sentí como un agravio, la sociedad y los mandatos sociales me habían adoctrinado respecto a que tenía que ser una super mujer!, lo cual significa: estar yo  impecable, tener la casa radiante, cuidar y criar al nene 9 hs. diarias sola y encima sonreir. Dios mio! que peso y que frustración gigante cuando al nacer mi hijo me dí cuenta de que si lograba cumplir un poquito de cada una de estas era mucho!!!!. Creo que primero me enojé conmigo misma por NO PODER y después me enojé con el papá del nene por semejante propuesta, pero pasadas unas horas y entendiendo que la vuelta a trabajo de mi pareja era inminente decidí aceptar (aún muy a mi pesar), que necesitaba AYUDA. 

Una vez tragado mi propio orgullo, el próximo paso era pensar en quien podía llegar a actuar de respaldo mío para cuidar al bebé, dado que era tan chiquito e indefenso que el solo hecho de pensar en alguien desconocido que lo cuidara me causaba desconfianza y miedo. Pensamos en varias alternativas: niñera recomendada, empresa que nos enviara una niñera, pero la verdad me daba desconfianza el no conocer a la persona. Y ahí se nos ocurrió como por arte de magia: mi sobrina de 20 años estaba buscando trabajo y nosotros buscando una persona que me ayudara con el nene.

La verdad fue un negocio redondo porque en ella deposité parte de la responsabilidad de cargar a upa, alimentar a mamadera, cambiar pañales, etc. y con ello logré tomarme algunos respiros, más que nada por la mañana, para poder dormir algunas horas de corrido (de 9 a 12 del mediodía en líneas generales), bañarme, cocinar, descansar los brazos, etc. 

Gracias a la vida hoy viéndolo en retrospectiva entendí que fue necesario en mi caso buscar ayuda, para sentir que el camino de maternar durante las horas que mi pareja estaba trabajando no se hacía tan solitario ni cuesta arriba y que no era, soy, ni seré mejor o peor madre por admitir que NO PUEDO CON TODO. 

¿Y a vos que te pasó?, ¿Cómo fue tu experiencia en los primeros días de vida de tu bebé?

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