Con la plata en el bolsillo pienso mejor

Hay pocas cosas en el mundo que me hagan sentir más segura que tener la plata en el bolsillo. Esa sensación de no depender económicamente de nada ni de nadie es uno de los ideales que me acompañó toda la vida. Comencé a trabajar a los 19 años y desde ahí no me detuve, inclusive en los períodos en que estaba sin trabajo me autosustenté con mis ahorros, y esa es una satisfacción que no me quita nadie.

Ahora bien, habiendo hecho de todo en la vida, admito que trabajo y maternidad son las dos actividades que más me costó conciliar. Mi mentalidad fue siempre de crecimiento verticalista dentro de una organización, esto implicaba tener cada vez más responsabilidades pero aspirar también a un mayor puesto en la cadena de mando. Sin embargo, ya cuando estaba planificando tener un hijo, sabía que este modo de vida me iba a traer problemas por la dedicación que le podía llegar a brindar a cada una de estos roles, pensando siempre que mi nivel de entrega para todo lo que emprendo es 100%.

Lo primero que hice fue evaluar que era más importante para mi: si decidía seguir aspirando a tener más puesto, lo más probable es que luego de tener el bebe tuviera que volver prontamente a mis labores y estar más de 10 horas por día fuera de casa (entre trabajo y viaje), siendo otra/s personas quienes se encargarían de su crianza (niñera/guardería) la mayor parte del día. Si decidía priorizar la maternidad, implicaba no seguir creciendo verticalmente e inclusive reducir la jornada laboral para poder dedicarme a estar más tiempo con mi hijo y criarlo. Una tercera alternativa era que dejara de trabajar para dedicarme 100% a mi hijo, pero siendo que trabajé toda la vida, la idea de depender económicamente de mi pareja y circunscribirse sólo al rol de madre, simplemente no fue una opción.

De este modo, antes de quedar embarazada busqué un trabajo que combinara días de home office y días de trabajo in situ. El hecho de poder quedarme en casa fue fundamental más que nada el primer trimestre por el tema de los vómitos, dado que había mañanas en las que simplemente no me podía levantar, aunque para el mediodía me sentía bastante mejor y seguía con la compu. Lo segundo que hice fue trabajar de forma independiente, dando cursos online. El diablo sabe más por viejo que por diablo escuché decir alguna vez y si algo he aprendido con el correr del tiempo es que NUNCA el ingreso debe provenir de una única fuente.

En el trabajo que realizaba algunos días in situ, ya a los 7 meses pedí el pase de área para trabajar esos días sentada en oficina todo el tiempo y sin moverme porque no me daba el cuerpo, y allí trabajé un mes, hasta que a los 8 meses no me daba el cuerpo ni para estar sentada en frente a una computadora, por lo que de común acuerdo con el obstetra se decidió que saliera de licencia. En el trabajo no me hicieron ningún tipo de problema y como yo no tenía ningún puesto jerárquico para esa altura, tampoco se les complicó mucho la cosa durante mi ausencia. Ahora con el tema de dar clases nunca nunca nunca dejé de hacerlo. Recuerdo que di clase un miércoles a la noche, tuve mi bebé al otro día a la tarde y al miércoles siguiente, toda rota y sin dormir estaba dando clases de vuelta.

Creo que en ese momento en el que estaba tan alunizada de todo y no terminaba de caer en nada me hizo muy bien el haber podido mantener un espacio más allá de la tetita, la caca, el llanto, la falta de sueño, el dolor corporal, los cambios hormonales, en fin, de la maternidad. Al día de hoy sostengo que fue lo que me salvó de volverme loca en ese momento. Es que durante las 2 horas que duraba la clase me sentía yo!, yo la de antes, la mujer, la que trabajaba, la que se ganaba su sustento y la que no dependía económicamente de nadie.

Como siempre le digo a mi novio: “yo estoy con vos porque te quiero, no porque te necesite”, y en los primeros meses donde pensé seriamente en separarme MUCHAS MUCHÍSIMAS veces, el tener la plata en el bolsillo me dio la claridad de entender que seguía eligiendo a mi pareja porque lo quería, no porque lo necesitara. En mi caso, como dice la canción: “el dinero no es todo, pero como ayuda”, ayuda a tener más opciones, ayuda a clarificar pensamientos y sentimientos y ayuda a no justificar cosas en base a la necesidad. En fin, fui, soy y seré una mujer trabajadora y eso me hace sentir una mujer libre!. Creo que es el mejor ejemplo que le puedo dar a mi hijo como su madre.

Obviamente decidí ir por el camino de resignar parte de mi carrera profesional o mejor dicho, de re-encauzarla en otro sentido que me permita seguir sintiéndome libre pero a la vez poder participar activamente en la crianza de mi bebé. EQUILIBRIO, palabra mágica si las hay y tan difícil de aplicar de vez en cuando. Me llevó tiempo sentirme cómoda con esta nueva versión de mi misma, pero hoy puedo decir que amigué el ser mamá y ser trabajadora.

¿Y a vos qué te pasó?

¿Y la pareja dónde quedó?

Creo que es una buena pregunta. Recuerdo que antes de quedar embarazada y tener a nuestro hijo, todas las decisiones eran más rápidas y expeditivas. Cuando estábamos bien determinábamos que hacer el fin de semana, a donde ir a cenar o pasear, etc., cuando estábamos mal también era más fácil, alguno de los dos se aislaba o simplemente se iba a dar una vuelta. Sin embargo, todo eso cambió con la llegada de nuestro bebé.

Una vez leí una estadística hace un tiempo que decía que el grado de satisfacción de la pareja puede llegar a descender hasta 70% con la llegada del primer hijo o hija en común, wooooooooooooooooooow, aunque en mi caso siento que descendió mil porciento. Claramente esto lo leí después de haber tenido a nuestro bebé, de lo contrario siento que hubiese llegado mejor preparada psicológicamente a ese momento y hubiese tomado otras medidas. Lo cierto es que tras nacer nuestro hijo, la falta de sueño, las hormonas alborotadas, el cansancio, etc., me hicieron sentir como que estábamos en dos frecuencias de la vida completamente diferente; yo tenía ganas de dormir más que nada, mientras él seguía la vida como antes de haber tenido al bebé, o al menos lo intentaba. 

Lloré muuuucho, más que nada los primeros 2 meses; me acuerdo que sentía que la maternidad no era lo que me “habían vendido”, que era muy agotador y que no iba a poder. Más de una vez me vi encerrada en mi cuarto llorando con mi bebé al lado y sintiendo unas ganas irrefrenables de irnos y dejar a su papá para siempre. Este malestar, creo firmemente hasta el día de hoy, que repercutió en que la calidad de mi leche fuera pobre y que tuviera que complementar el pecho con leche de fórmula. 

Todo esto me llevó a sentir que la maternidad era injusta, porque implicaba poner el cuerpo de una manera que por más que el acompañase y tirase para el mismo lado, no iba a poder llegar a comprender jamás: las tetitas agrietadas, la mastitis, el dolor posparto de la episiotomía, las hemorroides, la incontinencia urinaria, el cansancio general del cuerpo que solo pedía reposo y descanso. Desde este punto de vista la maternidad y la paternidad NO son equiparables y mi sensación es que sí requiere de mucha más entrega física y mental de parte de mamá los primeros tiempos. Se que para él tampoco fue fácil, su participación al inicio fue más que nada de soporte mío, hacerme relevo cuando me fallaban las piernas o quería dormir, darle de comer, cambiarlo, etc. El bebé sin embargo se calmaba mayormente conmigo, cuando reconocía mi voz, mi olor, mi cuerpo, lo cual no jugaba a favor para equiparar cargas. 

¿Cómo lo superamos?, no se si lo superamos a decir verdad, la pareja en nuestro caso no volvió a ser la misma, lo cual no significa que sea ni bueno ni malo, solamente es diferente. Hicimos nuevos acuerdos, encontramos nuevas formas de funcionamiento y aprendimos a convivir siendo 3. Muchas veces, aún hoy que el nene ya tiene cierta autonomía, la pareja sigue quedando rezagada, las actividades son en familia: comer, pasear, vacaciones, mirar una peli, abrazarnos, etc. Hoy decidimos poner en primer plano a Dr. Pipino, aunque debo admitir que con el correr de los años tendemos cada uno a reencontrarnos con actividades que nos gustan o nos dan placer, por ejemplo: ir a la pelu, tocar la guitarra, estudiar, etc. Ahora estamos en proceso de hacernos el tiempo y priorizar alguna actividad nueva en común o retomar alguna de las que solíamos hacer en pareja antes de tener al bebé.

Y en tu caso, ¿en qué lugar quedó la pareja luego de tener a tu hijo o hija?

La difícil tarea de buscar niñera o no hay mujer como mamá

Como ya habrán leído en el post de “Necesito ayuda, necesito una niñera!”, tardé tan solo 10 días en darme cuenta que sola no iba a poder llevar a cabo la tarea de maternar mientras mi novio estuviera trabajando. Es por ello que la primera niñera de mi hijo fue mi sobrina de 20 años. Amé que me ayudara más que nada porque yo no podía con mi vida después del parto. Sin embargo, si bien era muy buena cuidadora, a veces me ponía hincha respecto a lo que tenía que hacer o dejar de hacer en relación al bebé y nunca terminaba de estar conforme con su desempeño, no por problema de ella sino por mi locura, porque después de todo, ella no era yo!. 

Transcurrido 9 meses mi sobrina decidió no seguir de niñera (pandemia de por medio), lo cual me dejó nuevamente a la deriva con mi bebé. Posteriormente conseguimos una señora que lo cuidó durante 6 meses, si bien al principio era super funcional su ayuda, a medida que el bebé se volvía más inquieto porque caminaba y demandaba más, notamos que la nueva niñera “no le podía seguir el tren” y eso, ayudado por una mudanza que hacía que el lugar de trabajo le quedara más lejos, provocó que la señora dejara de cuidar a Dr. Pipino. No pasó nada, de todos modos, no era yo!.

A continuación hubo un desfiladero de niñeras, entre otra señora que era de confianza de una amiga y la novia de un amigo de mi novio. Ninguna lo podía cuidar de manera permanente porque tenían otras ocupaciones, pero no me preocupó porque de todos modos: no eran yo!. Fue recién ahí que tuvimos que salir a buscar alguien que lo cuidara de manera sistemática pero ya habíamos agotado nuestra batería de conocidos y referidos. El jardín maternal seguía sin ser una opción, por un lado porque seguía vigente la pandemia pero además porque nos daba miedo mandar a nuestro hijo tan indefenso a un lugar donde si le pasaba cualquier cosa no nos lo podía llegar a manifestar. Por lo tanto no nos quedó otra opción más que salir a buscar en una aplicación de celular alguna niñera completamente desconocida que ofreciera sus servicios. Después de contactar con varias, que por cuestiones de horario no podían, dimos con una chica que comenzó un lunes lluvioso. 

Recuerdo que al principio utilice el mismo procedimientos que con todas las anteriores, me quedé jugando un rato con el nene y la niñera para cerciorarme de que generaran algún tipo de acercamiento sin que Dr. Pipino pensara que lo estaba abandonando y también para conversar y conocer un poco a la persona que iba a cuidar lo más significativo de mi vida pero que aún así resultaba una total y completa desconocida. Luego de una hora subí a trabajar pero a cada rato miraba las cámaras que había instalado previamente en mi hogar y que apuntaban a puntos estratégicos donde estaba el nene y también bajaba cada hora a verlos. El primer día se quedó 3 horas y vi que jugaban bien y se entendían. Como el nene aún no había desarrollado lenguaje me preocupaba enormemente (como con las anteriores) que le pasara algo y no me lo pudiera comunicar, por eso estaba tan atenta y encima. Desde un primer momento dejé establecidos los límites, a ella le correspondía: jugar, cambiar pañales, alimentar y hacer dormir y cualquier actividad que estuviera por fuera de eso me correspondería a mi. 

Con el correr del tiempo fuimos ganando confianza, nos conocimos más y vi como el nene interactuaba con la niñera y comenzaba a generar un vínculo de cariño y respeto, por lo que me fui quedando tranquila y espaciando más las visitas físicas; primero para darles lugar a ellos y luego porque varias veces que Dr. Pipino me veía pasar quería venir a jugar conmigo y lloraba, cosa que me partía el alma. Hoy a más de 10 meses de que la última niñera está trabajando en casa puedo decir que confío en ella inmensamente, le agradezco absolutamente todo el trabajo que hace con el nene, a quien no solo entretiene jugando sino que además educa y enseña muchas cosas. Hoy puedo decir que es mi niñera IDEAL!.

En conclusión la persona perfecta para un rol a veces tarda en aparecer pero cuando lo hace es mágico, después de todo no es yo, pero es casi mejor que yo ;).

¿Y vos tuviste o tenes experiencia con niñera/s?; contame cual…

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