Eligiendo pediatra: ¡yo qué sé!
Si tuviera que definirlo diría que existen dos tipos de madres en este mundo, las que hacen el curso de preparto a los 6 meses, tienen la habitación de la criatura lista a los 7, la escuela elegida antes de que nazca y el o la pediatra seleccionada con varios meses de anticipación. Y por otro lado existen madres como yo, quien ya teníamos todas esas cosas en vista pero que primero nos llega el bebé sin tener nada resuelto.
Con el tema de la pediatra no fue la excepción. Resulta que mi bebé nació, y rápidamente descendió medio kilo. Le dieron el alta a los 3 días pero como había bajado mucho de peso nos dijeron que al día siguiente debíamos llevarlo a su pediatra para control. Ahí se me llenó la cara de vergüenza al decirle que no teníamos todavía pediatra elegido. Luego de sentirme observada por la doctora como si fuera la encarnación del diablo, nos sonrió gentilmente y nos dijo que no había problema, que lo llevaramos sin turno a las médicas neonatólogas de la clínica. La clínica nos quedaba a más de una hora de viaje de casa, pero como no habíamos elegido pediatra, lo tuvimos que llevar igual en taxi, porque era pleno invierno y nos parecía muy riesgoso llevar al bebé sin defensas en transporte público.
Lo que inicialmente iba a ser una consulta, resultaron ser 5 diferentes en el transcurso de 10 días, con todas las médicas neonatólogas de la clínica (porque nos atendía la que estaba de turno). Cada una nos daba una recomendación diferente acerca de cómo lograr que el bebé ganara peso: cuantas veces darle el pecho, con qué duración, que pecho darle (si el izquierdo o el derecho), que usara o no pezonera, como prender el nene a la teta para que saliera más leche, etc., etc. etc. Lo cierto es que con el bolsillo roto de tanto gasto y sin resultados visibles al respecto, decidimos cambiarlo a un hospital que nos quedaba a 1 ½ kilómetros. Cuando llegamos nos dimos cuenta que además de que tuvimos que volver a relatar toooooda la historia del bebé, las médicas eran casi adolescentes (asumimos que eran residentes) y no nos dieron confianza.
A todo esto, en paralelo yo ya había empezado a buscar en los momentos en que mi lucidez y el bebé me lo permitían, un pediatra confiable por la zona. Luego de ver varias recomendaciones en internet, nos orientamos a uno que estaba a 6 cuadras de casa. Cuando llegamos, además de que tuvimos que esperar una eternidad en la sala de espera, nos dimos cuenta de que era un consultorio pediátrico y un consultorio de tercera edad a la vez. Estaba lleno de bebés y de adultos mayores. No nos pareció seguro por el tema de defensas pero ya que estábamos ahí, esperamos. Al entrar al consultorio pasamos por un pasillo en construcción y finalmente después de tanta espera y travesía llegamos a la sala del doctor donde nos sentimos como un número, tomó la historia clínica, nos dio 2 o 3 recomendaciones y nos dejó ir. Claramente, no volvimos.
Siguiendo con la travesía de pediatras volvimos a la búsqueda de una nueva (a esta altura ya me imaginaba más cómoda con una mujer). Llamé a otro consultorio que estaba por la zona y me dijeron que para esa médica que yo quería había más de 2 meses de demora. Mi bebé por ese entonces no podía esperar tanto tiempo. Entonces se me ocurrió preguntarle si no había otra profesional en el consultorio que tuviera disponibilidad más rápido a lo cual me dijo que sí. A los 4 días cuando llegamos al turno asignado, pasamos a la sala de espera (que era solo de niños). El lugar estaba bien ediliciamente y rápidamente nos atendieron. En el volvimos a repetir toda la historia pero por primera vez nos sentimos contenidos desde que había tenido a Dr. Pipino.
Decidimos quedarnos con ella, más que nada porque al mes cuando el bebé no recuperaba el peso que había perdido al nacer, fue ella quien indicó la internación en pediatría para que evaluaran las causas, así que de algún modo sentimos que le salvó la vida. Salido de la internación y recuperado de peso volvimos mensualmente una y otra vez con ella pero si bien creemos que sabe mucho a nivel médico, comenzamos a percibir ciertas actitudes que no nos gustaban respecto a su personalidad en relación a “retarnos” (más que nada a mi), por cosas que supuestamente “hacemos mal”, como por ejemplo darle de comer cuando tiene ganas, dejarlo dormir siesta si tiene sueño, etc.
Yo comparto plenamente el saber médico, pero no creo en él a ciegas; por ejemplo, si mi hijo quiere comer una manzana a las 2 de la tarde ¿no lo tengo que dejar?. Eso me hizo y hace mucho ruido, el que una profesional haga sentir que todas las decisiones que tomo como madre están erradas y solo perjudican a mi hijo. ¿Dónde queda el nivel de conexión y apego bajo esta perspectiva?, ¿quien más que yo puede llegar a saber que necesita Dr. Pipino?. En base a eso puedo decir que a 2 años y 4 meses de haber tenido a mi hijo sigo buscando pediatra, creo que para ser un/a buen/a profesional no solo basta con el conocimiento a nivel científico, sino que también implica la calidad de persona que sea dicho/a medico/a.
Viéndolo en retrospectiva, si me pudiera dar una recomendación a mi misma sería encarar con tiempo el tema de la búsqueda de pediatra antes de que el bebé naciera para evitar salir corriendo en los primeros días de vida y prevenir tomar decisiones apresuradas y erradas.
Contanos cuál fue/ es tu experiencia en la búsqueda de pediatra.