De cómo aprendí a sentarme

Siguiendo la línea cronológica motora de Dr. Pipino, a los 3 meses cuando aprendió a sostener la cabeza, primero lo acosté varias veces boca arriba en el gim. para bebés; luego él solito comenzó a rodar y estando boca abajo a hacer fuerza para subir la cabeza; después pudo hacer flexiones de brazo y más o menos por esa época, a los 5 meses y días arrancó a ensayar sentarse. 

Los experimentos implicaban difíciles maniobras con los brazos y contorneo de cuerpo, que le requerían mucha fuerza hasta lograr arrastrar una pierna que estaba atrás hacia adelante y luego adelantar un poco la segunda. Al principio lo intentaba una y otra vez y se tambaleaba hacia un lado y caía, como los borrachos cuando pierden el centro de equilibrio debido a su intoxicación. 

Al notar que estaba queriendo sentarse y que por ende su pequeño cuerpito y principalmente su columna ya estaban en condiciones de aguantar su peso, empecé a ayudarlo. Lo primero que hice fue asegurarme que los lugares donde se quería sentar no fueran peligrosos, por ejemplo coloqué en el piso cuadrados de goma eva y almohadones a los costados para prevenir también golpes por caídas. Algunas veces lo intenté hacer en mi cama, pero como la base es menos sólida que la del piso, le costaba más sentarse, además de que a mi me daba miedo de que con un mal movimiento terminará en el piso con el cráneo roto. 

Así fue que permití que se siguiera sentando solo y algunas veces yo también lo sentaba para ver qué hacía. El primer resultado de sus pruebas fue el trípode con las manos, utilizaba una o dos manos como bastón para apoyarse y desde allí intentaba incorporarse completamente hasta quedar sentado y erguido. Como toda respuesta motora, los ensayos sin éxito, que al principio eran la mayoría, se fueron intercalando con ensayos exitosos. Poco a poco al cabo de 15 días fue cambiando la proporción hasta que las sentadas sin apoyo y exitosa se convirtieron en el 100%. A partir de allí seguí manteniendo el piso acolchonado pero saqué los almohadones porque vi que le limitaban el movimiento para seguir explorando en vías de gatear. 

De esa época lo que más recuerdo es la alegría que le daba a mi bebé el tener autonomía para poder cambiar de posición a su gusto y con esto se redujeron bastante los llantos desesperados y necesidad de upa. Pasó de solo poder estar acostado a poder sentarse y cambiar el ángulo de rotación de su cabeza a donde quisiera, ese fue el primer paso hacia su autonomía corporal que posteriormente me permitió también descansar los brazos, ya que por ejemplo lo podía dejar sentado en la sillita para comer sin tener que atarlo y con el peligro de que se fuera para algún costado. 

En conclusión, estar atenta, motivar y acompañar al momento madurativo motor de mi niño creo que fue lo más productivo para un aprendizaje seguro y confiado a la hora de sentarse. 

Y a vos ¿Cómo te resultó la experiencia de que tu hija o hijo aprendiera a sentarse?