La última Tetita

Desde el momento de dar a luz a mi bebé, mi vida estuvo condicionada por las horas y días enteros en que daba tetita. Además de nutrir, dar la tetita es un acto de amor en sí mismo que me permitió crear un vínculo único e irrepetible con mi hijo. Es que, no hay otro ser humano que le haya dado la tetita (ni nunca lo habrá).

La tetita fue un medio para crear un vínculo en el que nos mirábamos y nos entendíamos sin palabras, en el que cuando estaba cansado o estresado, la tomaba y se sentía más relajado y se dormía. También sirvió para los momentos de dolor insoportable de pólipos, salida de dientes o golpes mortales, era el elixir de los dioses que calmaba todos esos malestares. Era cariño y afecto, abrigo y amor, amor puro.

Sin embargo, como toda historia de amor, nada dura para siempre. Con la introducción de alimentos sólidos en la vida de Dr. Pipino, la tetita pasó a un segundo plano en términos nutricionales y fue más que nada cariño. Muchas veces me daba cuenta que la utilizaba (como sustituto de agua) para bajar algún sólido o inclusive como reemplazo de un alimento en sí mismo. Esto comenzó a desagradarme y cuando mi bebé cumplió el año me costaba brindarle algunas tomas, ya no me sentía del todo cómoda.

Yo tenía la necesidad psicológica de seguir sosteniendo la tetita pero de algún modo a nivel fisiológico sabía que el ya no la necesitaba y en algún punto podía llegar incluso a ser contraproducente, dado que dejaba de comer algunas veces para tomarla. De este modo, me propuse un plan a mediano plazo para el destete que nos permitiera a los dos ir haciendo el duelo de a poco y despedirnos de ella. Fue así como se me ocurrió que un buen momento para dejarla era al año y medio.

Seguimos de manera normal, o sea, con una toma a la mañana, varias a la tarde y una a la noche hasta los 15 meses. La tetita de la noche fue la primera en desaparecer, dado que mi bebé prefería dormirse con el papá después de cenar y ya no pedía lechita. A los 16 meses las tetitas de la tarde comenzaron a darse en menor cantidad; en lugar de brindársela a demanda, le proveía lechita una sola vez durante la tarde y el resto de las veces cuando me la pedía lo llevaba a la heladera para que seleccionara algún alimento.
Esto me permitió darme cuenta que muchas veces mi tetita lo dejaba con hambre y que inclusive a nivel nutricional no llegaba a satisfacerlo. Varias tomas fueron sustituidas rápidamente por frutas, panes con queso, juegos de naranja, arroz con leche, yogur, etc. Con lo cual comenzó a ganar peso y a quedar más satisfecho. Empezó a dormir más horas de noche y en la siesta y en consecuencia también a tener mejor humor porque dormía más horas.

La última en emprender la retirada fue la de la mañana, 2 semanas antes de la “tetita final”, fui contándole a medida que hacía las tomas, lo que iba a pasar y como iban a ser las cosas. Opté por darsela cada vez menos tiempo, hasta que al final él mismo se alejaba de cada tetita un par de minutos después de agarrarla.

Las últimas tomas fueron psicológicamente destructivas para mí, sentí mucha culpa por sacarle eso que amaba tanto pero a la vez un gran alivio de ya no tener que estar atada a hacer algo que no me convencía. Y así un día llegó, fue una mañana de febrero, exactamente 1 año, 5 meses, 15 días, 14 hs. y 9 minutos después de haber nacido. Nos despertamos, se prendió a su tetita, nos miramos, nos acariciamos y le expliqué lo que iba a pasar. La dejó tan fácil como la había agarrado la primera vez y sin problema alguno. Yo tenía mucho miedo de lo que pasaría a la mañana siguiente, pero al despertarse y explicarle que ya no había más, me indicó que fuéramos a la heladera con su pequeña manito y seleccionó una fruta para comer.

Me sentí muy contenta de que la experiencia no hubiese sido traumática para él y de que pudiera dejarla de a poco y sintiéndose cómodo. Viéndolo en retrospectiva creo que el miedo era más mío por cortar ese vínculo tan hermoso que habíamos generado a partir de la tetita, pero habiendo superado esa etapa, me doy cuenta de que a la edad en que la dejamos, el vínculo ya nos pasa por otro lado sin necesidad de ella. Creo que es una experiencia hermosa y dolorosa a la vez, el ver y aceptar que mi hijo ya no es más un bebito y que está creciendo.

Contame cómo fue la experiencia de la última tetita para vos y tu bebé.