¿Las primeras visitas en el hospital?
Ya antes de que naciera mi hijo, mucha gente cercana me preguntaba si podría ir a vernos al hospital ni bien naciera mi bebé. Recuerdo inclusive que haciendo el curso de preparto, una pareja le consultó a la partera si el lugar donde iban a tener al bebé tenía “antesala” para recibir a las “visitas” y hacerlas esperar conforme fueran llegando, para luego pasar a conocer a la criatura; también le preguntaron si podían llevar carteles de bienvenida, globos, souvenirs, etc. Con mi pareja en ese momento me acuerdo que nos miramos, con esa mirada cómplice de quien se conoce pero sin decir nada. Yo pensaba: “o soy la peor madre de la galaxia o no me da la cabeza para pensar en esa serie de acontecimientos sociales pos parto”.
Decidimos entonces que ese tipo de bienvenida ni bien naciera el bebé, no iba a ser adecuada para nosotros. Primero porque yo le tenía mucho miedo al parto y a todo lo que ello implicaba, no sabía si iba a durar 4 o 36 hs., si lo iba a tener por parto natural o cesárea y toda una serie de variables que se terminan de definir solo al momento en que una está en el sanatorio y los profesionales van determinando cómo se van dando las cosas. Así que avisamos a la mayoría del mundo que NO les íbamos a permitir la entrada a la clínica.
Debo decir que la decisión nos valió el descontento y cuando no, el enojo de varias personas de alrededor, más que nada de los familiares y amigo/as más cercanos, quienes querían compartir el momento con nosotros. ¡No nos importó!, decidimos que era lo correcto. Al nacer Dr. Pipino, si bien fue un parto relativamente corto y “fácil”, me refiero a que fue sin complicaciones, el bebé, el papá y yo estábamos exhaustos. Se me viene a la memoria que yo solo quería comer, hacer pis y dormir, así que desde esa perspectiva la decisión de no recibir visitas fue acertada.
Como contraejemplo nunca me voy a olvidar que en la sala de al lado había una pareja con una bebé recién nacida a la cual solo llegué a escuchar, nunca vi. Recuerdo que de día recibían una visita tras otra, en esos momentos la nena dormía como un angelito porque estaba aniquilada por los estímulos externos; pero ni bien caía la noche y ya no recibían gente, la bebé se despertaba y se lloraba la vida. Con mi hijo fue distinto, podía dormir, tomar la teta o estar despierto cuando quisiera y yo no tenía la presión de tener que ver como me ponía o que parte del cuerpo se me escapaba ante las visitas.
Las únicas dos excepciones que hicimos durante los 3 días que duró la internación posparto, fue con mi mejor amiga y el mejor amigo de mi novio, quienes solo fueron a alcanzarnos algo media hora cada uno y en días separados. El resto lo fue conociendo progresivamente, ya más tranquilos en casa y con el correr del tiempo. No me apuré en que fueran todos al día siguiente que llegamos, intenté introducir gente en la vida de mi bebé conforme éste fue conociendo y adaptándose a su nuevo hogar y a su mamá, para no generarle más estrés.
En conclusión, no me arrepiento de haber actuado así, me dio una tranquilidad enorme el no tener que estar al pendiente de terceros y prestarle toda la atención a mi bebé.
¿Y vos cómo te manejaste con las visitas en el hospital?