Archives 2021

Mis papás no me pelaron

Antes de nacer Dr. Pipino, con su papá nos pusimos a pensar si lo íbamos a pelar o no, dando por supuesto de que iba a nacer con pelo. Lo cierto es que para mi siempre había sido un hecho, al estilo de el bebé nace y automáticamente se lo pela, es lo normal. Pero el papá me preguntó ¿Cuál es el motivo “científico” por el cual querés pelar al bebé? y la verdad no supe qué responderle.

A partir de ahí se me generaron una serie de conflictos y pros y contras pero básicamente a la conclusión a la que llegué fue que, en líneas generales el motivo por el cual se pelaría a los bebés es para que el pelo le crezca más fuerte; pero de todos los lugares que ví e investigué no llegué a tener evidencia científica concreta que apoyara esta hipótesis. Además pensándolo lógicamente el pelo sirve como aislante térmico en los animales (seres humanos incluidos) y Dr. Pipino nació en invierno, por lo que a la mala regulación que los bebés tienen naturalmente los primeros tiempos de vida, le iba a agregar otro problema dejándole la cabecita sin pelitos.

Por lo tanto, lo que en un principio me parecía un hecho, rápidamente se convirtió en algo prescindible. Finalmente Dr. Pipino nació con una hermosa cabellera rubia platinada y al otro día de nacido pasó la enfermera preguntando si lo queríamos rapar, a lo cual contestamos negativamente. Fue muy sorprendente ver como se le transformó la cara a la señora como si hubiera visto al mismo diablo. Pero en fin, mi hijo, mis reglas… cosa que fui aprendiendo con el tiempo.

Dos meses después de nacido, un día estábamos bañando al bebé y se le comenzó a desprender el cabello solo!, literalmente no sabía qué pensar, si era normal o no. Automáticamente llamé a la pediatra de Dr. Pipino horrorizada, preguntándole si era normal lo que le había pasado, a lo cual me contestó que: “no era normal, pero si esperable” (sigo al día de hoy sin entender esta frase, pero el tema pediatra es otro capítulo aparte) y finalizó diciéndome que me quedara tranquila. Sumado a esto después me enteré que la caída de cabello espontánea le pasa a muchos bebés en los primeros meses de vida y luego el pelito le vuelve a crecer.

En conclusión, derribé un mito social que era casi un hecho impensable para mí, le evité al bebé el tener la cabecita desprotegida, me ahorré plata en un corte de pelo sin sentido, la naturaleza igualmente terminó haciendo su trabajo y sobre todo hoy tiene una hermosa cabellera muy fuerte!.

¿Y vos qué hiciste con el pelito de tu bebé recién nacido?

Conversando a todas horas

Si alguien me preguntara cuando mi hijo comenzó a hablar, no sabría muy bien qué decirle. Si bien es cierto que desde el mes 10 de vida arrancó a decir algunas palabras sueltas como “papá”, no fue sino hasta después de cumplir los dos años que podría decir que comenzó a tener lenguaje. 

Orientada por la pediatra, quien nos informó que para modular y posteriormente hablar, los niños y niñas necesitan dientes, moderamos el nivel de impaciencia y expectativas de que se “largara hablar” al año, o sea, entendimos que iba a dar para largo. ¿Qué pasó entonces entre el mes diez y los dos años?, básicamente todo era un monólogo de mi parte: le relataba todo lo que hacía cuando no estábamos juntos, le contaba todo lo que estábamos haciendo cuando interactuábamos e incluso inventaba diálogos en los cuales generaba una conversación entre los dos interpretando que me querría decir si pudiera hablar en base a sus caras y gestos. Estimulación de lenguaje 100%, secundado por la niñera quien utilizaba los mismos mecanismos que mamá tetita. 

Seguimos practicando y nunca le hablé (ni permití que nadie le hablara) como bebé, tenía la teoría de que esto dificultaría más la adquisición del lenguaje, porque pensaba que primero aprendería a balbucear como bebé y después iba a tener que volver a aprender a hablar como lo hacemos los adultos. El resultado fue que los primeros meses en que comenzó a decir palabras, eran todas sílabas duplicadas, al estilo de: teté, pepé, tutú etc. Muchas veces una bisílaba significaba más de una palabra a la vez y dependía de nosotros, los adultos decodificar que quería decir. 

Con el correr del tiempo, más o menos al año y medio, las palabras de dos sílabas repetidas se fueron independizando y transformando en palabras reales tales como: agua, auto, etc. También aparecieron algunas pocas palabras de tres sílabas y unos artículos, con lo cual comenzaron a darse algunas oraciones cortas. Siempre estuvimos muy alerta y prestando atención a lo que estaba intentando decirnos para lograr decodificar su mensaje, porque solía inventar palabras. Recuerdo una vez que durante dos meses me repitió: “cucuía” hasta que descubrí que me estaba tratando de decir “con cuidado”; cuando se lo mencioné se emocionó mucho de que yo descubriera que era lo que me estaba queriendo transmitir. Y así cada pequeño logro en pos de la adquisición del lenguaje lo festejabamos y aplaudíamos como otro modo de incentivarlo; esto le encantaba!.

Cuando cumplió 2 años puedo decir que se produjo un boom! comenzó a utilizar más palabras, de más sílabas, a hilar oraciones medianas y ahí ya nadie lo paró!. Los llantos disminuyeron en la medida en que iba hablando más, porque ahora podía expresar sus necesidades, sus miedos, sus deseos y ser entendido. Hoy puedo decir que él ama hablar y yo amo hablar con él. De este modo diariamente tenemos diálogos eternos mediante los cuales profundizamos más nuestro vínculo como madre e hijo. 

P.D.: de dispositivos móviles poco y nada, media hora por día a lo sumo y creo que este límite lo forzó a tener que pedir cosas en la vida real mediante palabras y a que hablara más rápido.

¿Y ustedes de qué hablan a todas horas?

Yo también tuve un aborto

Creo que este es uno de los temas más sensibles de los que puedo llegar a hablar en este blog. Seis meses antes de quedar embarazada de mi hijo tuve un aborto y fue una de las experiencias más dolorosas de mi vida. 

Un hijo o hija puede ser deseado y/o buscado o no, pero lo cierto es que cuando se materializa, independientemente de cómo haya sido el método de búsqueda… ya está ahí. En mi caso me enteré por los síntomas que tenía: irrefrenable deseo de consumir pasas de uva (que en condiciones normales odio), ganas de vomitar, letargo por la mañana y  sensibilidad a los olores. Esto me llevó a hacerme un test de embarazo de los que se venden en la farmacia, que terminó dando positivo. Se me vinieron todos los miedos e inseguridades encima, dado que en mi caso no lo habíamos buscado. 

Más o menos tres días después comencé una tardecita con dolores como si fueran de ovarios y menstruales y levanté temperatura, cuando fuimos a la clínica me hicieron una ecografía y determinaron que tenía un saco gestacional pero sin embrión. Nadie supo decirme qué pasó, si alguna vez tuve feto y lo expulsé o si nunca existió. Volví a casa con el corazón roto, había perdido un bebé que ni siquiera había buscado y nada peor que perder algo que una ya cree suyo. 

La situación pasó y 15 días después comenzaron de nuevo los dolores de ovarios, esta vez la sensación era como si fuera de contracciones, luego de estar como media hora en el baño con un dolor insoportable expulsé el saco. Tras una nueva ecografía determinaron que mi útero estaba “limpio” y ese fue el fin de la historia. Durante varios meses anduve en piloto automático, iba a trabajar y volvía a casa a dormir, no quería saber nada con nadie. No salía, no comía, no me concentraba, no hablaba con nadie, ni siquiera con mi pareja. Nadie llegó a saber que había estado embarazada porque entre que me enteré de que lo estaba y de que ya no, pasó muy poco tiempo y a decir verdad tampoco tenía ganas de compartirlo. Tardé más de 1 ½ en poder llorarlo, nada tenía sentido. 

Pensaba en la diferencia entre mi novio y yo, si bien los dos habíamos “perdido un bebé” era una pérdida distinta, es que los abortos, sean espontáneos o inducidos, a las mujeres nos pasan por el cuerpo, el dolor, las sensaciones, el miedo, cosas que un hombre jamás llegará a entender. Hablando con otras mujeres (bastante tiempo después) me enteré que muchas hemos tenido algún tipo de aborto a lo largo de nuestras vidas, es más común de lo que me imaginaba y cada una lo vivenció de una manera diferente. Sin embargo todas, absolutamente todas me relataron esa sensación corporal de dolor y pena respecto al aborto. A partir de esa experiencia aprendí a conectarme con las mujeres desde otro lado, sin juzgar a nadie por nada, el aborto de por si ya es doloroso como para que una le tenga que sumar una opinión al respecto. A veces se trata de abrazar, a veces solo de acompañar en el silencio a las hermanas que pasaron por alguna situación similar a la mía. 

Volviendo a mi bebé, no lo llegué a sentir, pero si sentí los síntomas asociados a su presencia/ ausencia y puedo afirmar que fueron muuy dolorosos, a nivel físico y mental. Me quedarán por siempre preguntas sin resolver: de que hubiera sido, si nena o nene, como le habría puesto, como habría sido físicamente, cuando habría nacido, qué carácter hubiese tenido, etc. Eso al día de hoy aún me parte el alma.

4 meses después volvimos a la ginecóloga quien tras realizar todos los estudios de rutina y determinar que estaba todo bien, me dio ácido fólico y comenzamos con la búsqueda. Seis meses después del aborto volví a quedar embarazada y estaba vez tuve a mi actual bebé. Siempre me caractericé en la búsqueda de sentido en el sin sentido del aborto, hoy creo haberme convencido a mi misma que ese primer bebé no estaba en los planes de nacer y que si ese embarazo hubiese progresado hoy no tendría a mi actual hijo el cual amo con toda mi alma. 

Así cuando la gente me pregunta cuántos hijos tengo digo que uno, pero aclaro que tuve 2 embarazos y conforme mi hijo crezca le explicaré también que antes de él hubo otro bebé que no nació. Creo firmemente (y espero) que algún día cuando mi alma deje mi cuerpo, ese bebé y yo nos encontremos en el más allá para darle ese abrazo que en este plano no le pude dar. 

Si pasaste por alguna situación similar a la mía NO ESTÁS SOLA, nos tenemos. Te abrazo con el alma.

Dejarte ir…al jardín

Se me parte el corazón al pensar que tengo que empezar a dejarte ir, aunque sea a algunas cuadras de mi y algunas horas por día. Es que admitir que estás creciendo y que necesitás contacto humano con tus pares es una de las cosas que más me cuesta asimilar. Fue relativamente más fácil cuando eras bebé porque cualquier necesidad que tuvieras para bien o para mal podía resolverla en casa o tener a alguien a la par como papá, algún otro familiar o una niñera que pudiera ayudarte. 

Lo cierto es que a partir de los 2 años, ya con la autonomía física que tenés y especialmente con el lenguaje que vas ganando, no encuentro excusas para no inscribirte en un jardín. No creas que no se me vienen todos los miedos encima. Una cosa es tenerte en casa con la niñera mientras yo trabajo, los escucho y sé en qué andan y otra muy diferente es tener que dejarte en un lugar donde si te pasa algo, ya sea bueno o malo, ni me voy a enterar en el momento. 

Puse las mil y un excusas: desde que todavía no dejaste los pañales, que no tenes un lenguaje 100% desarrollado, que no se si los compañeritos te pueden llegar a lastimar, que no se si te va a gustar, etc, etc., pero lo cierto es que cada vez que te llevo a la plaza o te cruzás con algún niño o niña, veo las ganas que tenés de jugar con otros nenes y entiendo que te encantaría poder pasar un tiempo a diario con ellos. Obviamente buscás en mí un refugio porque soy tu lugar de contención y seguro, pero lejos de actuar como eso me parece que te obstaculizo en tu misión de estar con pares.

Es por eso que este año me propuse, con la ayuda de papá, el anotarte en un jardín. Negociamos con el que vayas solo 3 hrs. por día, quiero que vayas a jugar y hacer amiguitos pero no se si podría estar todo el día sin vos (aún siento como si me estuvieran arrancando un pedazo al pensarte lejos mío); que vamos a averiguar en varios lugares y de varias maneras: preguntando a conocidos, fijándonos en internet referencias, yendo a los jardines para ver como tratan a los nenes, como éstos habitan los espacios, como son las aulas y espacios comunes; averiguar por la propuesta pedagógica y las maestras que lo dictan. Todo para tratar de encontrar el mejor lugar para vos donde piense que te van a tratar bien, contener y cuidar de cualquier cosa mala que pudiera llegar a pasarte. 

Mi misión es siempre acompañarte y en este momento de crecimiento, de primera salida del hogar por tantas horas sin mamá (y ni sin nadie de mi confianza), voy a tomar todos los recaudos posibles ya que voy a depositar lo más preciado que tengo en manos de gente que no deja de ser desconocida. Espero que la vida me guíe para que mamá encuentre un lugar donde te guste ir, la pases bien y puedas desarrollar tus habilidades de juego, comunicación y compañerismo con otras y otros peques. 

¿Y vos como hiciste para dejar a tu bebé en un jardín?

De cómo aprendí a sentarme

Siguiendo la línea cronológica motora de Dr. Pipino, a los 3 meses cuando aprendió a sostener la cabeza, primero lo acosté varias veces boca arriba en el gim. para bebés; luego él solito comenzó a rodar y estando boca abajo a hacer fuerza para subir la cabeza; después pudo hacer flexiones de brazo y más o menos por esa época, a los 5 meses y días arrancó a ensayar sentarse. 

Los experimentos implicaban difíciles maniobras con los brazos y contorneo de cuerpo, que le requerían mucha fuerza hasta lograr arrastrar una pierna que estaba atrás hacia adelante y luego adelantar un poco la segunda. Al principio lo intentaba una y otra vez y se tambaleaba hacia un lado y caía, como los borrachos cuando pierden el centro de equilibrio debido a su intoxicación. 

Al notar que estaba queriendo sentarse y que por ende su pequeño cuerpito y principalmente su columna ya estaban en condiciones de aguantar su peso, empecé a ayudarlo. Lo primero que hice fue asegurarme que los lugares donde se quería sentar no fueran peligrosos, por ejemplo coloqué en el piso cuadrados de goma eva y almohadones a los costados para prevenir también golpes por caídas. Algunas veces lo intenté hacer en mi cama, pero como la base es menos sólida que la del piso, le costaba más sentarse, además de que a mi me daba miedo de que con un mal movimiento terminará en el piso con el cráneo roto. 

Así fue que permití que se siguiera sentando solo y algunas veces yo también lo sentaba para ver qué hacía. El primer resultado de sus pruebas fue el trípode con las manos, utilizaba una o dos manos como bastón para apoyarse y desde allí intentaba incorporarse completamente hasta quedar sentado y erguido. Como toda respuesta motora, los ensayos sin éxito, que al principio eran la mayoría, se fueron intercalando con ensayos exitosos. Poco a poco al cabo de 15 días fue cambiando la proporción hasta que las sentadas sin apoyo y exitosa se convirtieron en el 100%. A partir de allí seguí manteniendo el piso acolchonado pero saqué los almohadones porque vi que le limitaban el movimiento para seguir explorando en vías de gatear. 

De esa época lo que más recuerdo es la alegría que le daba a mi bebé el tener autonomía para poder cambiar de posición a su gusto y con esto se redujeron bastante los llantos desesperados y necesidad de upa. Pasó de solo poder estar acostado a poder sentarse y cambiar el ángulo de rotación de su cabeza a donde quisiera, ese fue el primer paso hacia su autonomía corporal que posteriormente me permitió también descansar los brazos, ya que por ejemplo lo podía dejar sentado en la sillita para comer sin tener que atarlo y con el peligro de que se fuera para algún costado. 

En conclusión, estar atenta, motivar y acompañar al momento madurativo motor de mi niño creo que fue lo más productivo para un aprendizaje seguro y confiado a la hora de sentarse. 

Y a vos ¿Cómo te resultó la experiencia de que tu hija o hijo aprendiera a sentarse?

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