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No tengo derecho a enfermarme

Bueno, como tener derecho lo tengo, pero el tema es que desde que fuí mamá, mi hijo no me da tiempo ni espacio para poder transitar una enfermedad como Dios manda, lo cual me resulta altamente frustrante y agotador. 

Recuerdo que antes de ser mamá, una vez al año por lo menos me agarraba una gripe fuerte que implicaba no trabajar por varios días, quedarme en cama, tomar bastante medicación, dormir y sobre todo hacer casi nada. En los momentos en que me aburría de dormir podía tirarme en el sillón a ver una película, una serie o simplemente estar con el celular. Mi pareja hacía de comer o yo pedía delivery y santo remedio, unos días después como por arte de magia estaba curada!. 

Sin embargo, todo eso cambió con la llegada de mi bebé. El primer embate lo sufrí con el parto per se, estaba con el cuerpo roto pero las demandas de mi hijo no me daban lugar a descansar y recuperarme. Posteriormente, en todas las oportunidades en que me he enfermado, tampoco ha habido lugar para descansar porque Dr. Pipino aún no sabe cómo acompañar una enfermedad; por lo tanto al percibir que mamá está mal, lejos de alejarse se me pega más como un abrojo, lo cual implica que no me deja hacer nada más que estar con él.

Estimo que desde la cuna (así como yo me pongo mal cuando lo percibo o veo mal), él debe darse cuenta que algo me pasa y por eso quiere estar conmigo. Lo primero que le cambia es el carácter, esos días en que yo no me siento bien, él está más berrinchudo y caprichoso por todo, lo cual en combinación con mi indisposición física y mental, no da buenos resultados. Sin embargo, siendo psicóloga, entiendo que es su manera de empatizar conmigo, de canalizar el malestar que le genera que yo esté así y trato de contenerme para no explotar por los aires (aunque a veces ganas no me falten). 

Lo otro es que quiere estar todo el día a upa, pero no es una upa tranquila y acogedora sino que empieza a revolcarse encima mio (estimo que buscando la posición adecuada) y suele golpearme diferentes partes del cuerpo como ser: pechos, estómago, pelvis, etc. En resumen, no es una agradable experiencia para mi y termino sacándomelo de encima, lo cual genera un nuevo malestar y berrinche. Ni hablar de cuando tomaba la teta y me veía mal, era un dispenser de leche 24hs., no quería largarla por nada del mundo y yo me sentía fatal.

Y en última instancia, como él se siente bien, pretende que le siga el ritmo con sus juegos habituales, que en su mayoría requieren mucho esfuerzo y desgaste físico para mi, lo cual es imposible y con ello viene aparejada una nueva frustración que manejar. En esos días debo admitir que lo primero que trato de hacer es hablarle y explicarle lo que siento. Desde que era bebé lo hice con el objetivo de que algo de todo lo que me pasa pueda comprenderlo a nivel verbal y lo calme. También cuando entiendo que ya no puedo manejar la situación, suelo derivárselo al padre para que lo cuide y por último hago uso y abuso de dispositivos móviles; aunque esta última estrategia es la que menos me gusta porque cuando se pasa mi enfermedad y se los quito, tiene muchos estallidos conductuales que me hacen recordar porque cuando estoy bien no suelo dejarlo al frente de pantallas. 

En conclusión dormir y descansar se volvieron bienes preciados en mi vida a partir de que tuve a mi bebé. Es que la mayoría de las veces lo antepongo a mi propio bienestar, no porque sea la mejor madre del mundo, sino porque por su nivel de crecimiento todavía necesita que esté a su lado para cocinarle, bañarlo y acompañarlo diariamente. Desde el momento en que fui mamá, el dolor y la enfermedad se llevan activamente, haciendo cosas, por más que mi alma y mi cuerpo estén pidiendo retiro voluntario. 

Así cuando la situación se pone muy muy oscura siempre recuerdo mi frase estrella: “el no pidió venir al mundo”, respiro hondo, entiendo que esto es un momento pasajero de mi vida que no durará por siempre y trato de concentrarme en su sonrisa, sabiendo que todo el esfuerzo vale la pena. 

Y vos, ¿podés descansar cuando te enfermás?

Seguir estudiando siendo mamá

Antes de tener a mi bebé, crease o no, ésta era una de las principales trabas que tenía en mi mente a la hora de tomar la decisión. Cómo sabía que era algo que iba a cambiar mi vida, no lo tomé a la ligera y lo pensé mucho antes de buscar el embarazo.

Siempre digo que mi hobbie es estudiar, me divierte, me abre la cabeza, me permite pensar en cosas nuevas, por lo tanto sabía que una vez encarada la maternidad, el bichito de seguir estudiando me iba a picar. Así fue, hasta 2 semanas antes de tener a mi bebé estaba cursando el segundo cuatrimestre de un posgrado, lo empecé embarazada, sabiendo que lo iba a tener que dejar, pero aún así lo hice. Luego de tener a mi bebé, me propuse la meta de re-encarar el posgrado a los 6 meses, obviamente no pude. Aún en aquel momento mi hijo tenía más días en los que dormía mal que bien, esto significa que dormía pocas horas de noche y entrecortado, por lo tanto mamá también dormía mal y de manera intermitente, así que no tenía la capacidad mental de retomar ningún estudio. 

Por esa época en la que comenzó a dormir siestas solía irme a media mañana con él al parque y mientras él dormía yo leía algún libro. Al principio me costaba concentrarme, había como quien dice : “perdido el ritmo”, pero muy de a poco lo fui recuperando y me quedaba siempre con ganas de más. 

Al año intenté retomarlo otra vez, pero el horario se me superponía con el trabajo (por un error de cálculo mío), así que prioricé el trabajo en lugar del estudio. Al 1 ½ recién pude reanudarlo, me ayudó que fuera en vivo pero online, así no “perdía” tiempo en trasladarme. Me costó muchiiiiiiiiiiiiiiiiisimo retomar el ritmo, no por la cursada que era un día solo, sino más que nada por la lectura, no encontraba tiempo para estudiar entre cuidar a mi hijo, trabajar, mantener la casa y vivir. Me costó bastante pero encontré la solución resignando horas de sueño, me despertaba todos los días de la semana a las 7 am y hasta que se despertaba mi hijo (entre 8:30 y 9 am) podía dedicarle tiempo a la lectura. 

No me fue fácil, nunca fui buena para estudiar a la mañana, mi mente está demasiado dormida, pero no habiendo otro momento mejor me preparaba termos de mate o jarras de café y lo hacía lo mejor posible. Tenía muuuucho sueño todo el tiempo, por esa época para tirar hasta la noche necesitaba hacer una siesta aunque sea de media hora por la tarde. Las veces que no podía hacer siesta por falta de tiempo (la mayoría de las veces), estaba con un humor horrible y con mucho cansancio mental. Aprobé así todo un año y aún me falta un cuatrimestre, pero ahora sé que con dedicación se puede lograr. 

Debo admitir además que fue fundamental contar con una red de apoyo para poder hacerlo. En primera instancia estaba ahí mi pareja, por lo que cuando el nene se despertaba muy temprano o cuando yo no llegaba con la lectura y estaba cerca de la fecha de rendir, él lo cuidaba. Por otro lado la niñera (que a esta altura más que niñera es un miembro invaluable de la familia), quien también en algunas oportunidades ha venido temprano para ayudarme a cuidarlo.

Querer es poder, obviamente en el medio algo se sacrifica, en mi caso fueron horas de sueño y en pocas oportunidades horas con mi hijo (siempre tuve en claro que la prioridad es Dr. Pipino). Todo esto me lleva a la conclusión de que el esfuerzo vale la pena y que cuando una quiere puede.

¿ A vos te pasó?, contanos tu experiencia.

Habilitar el vínculo con el padre

Innegablemente la biología es sabia y todo el padecimiento, dolor, malestar, etc. que atravesé en el embarazo tuvo su debida retribución al momento de nacer Dr. Pipino siendo que me reconoció. Reconoció mi voz que viajó durante 9 meses por el cordón umbilical y reconoció mi olor en la leche, que tenía el mismo olor que el líquido amniótico. Por eso, los primeros meses luego de nacido solo se calmaba con mi presencia, mi piel, mi voz y obviamente mi tetita. No voy a negar que lo que “vino de fábrica” fue condición básica pero no suficiente para construir la relación con mi bebé, dado que sobre ese peldaño fundamental se fueron sumando caricias, besitos, abrazos, baños, juegos, prestar atención a gestos para tratar de adivinar significados, etc. Todo esto hizo que a lo instintual se le sumara lo relacional y social del vínculo madre-hijo que fuimos construyendo.

Ahora bien, la relación con el padre se dio de manera totalmente diferente, en primera instancia no tuvo la ventaja de llevarlo 9 meses en su vientre y anticipar sus movimientos y su temperamento. Tampoco el bebé pudo reconocerlo como a mi, dado que inclusive su voz viajó durante el embarazo deformada por el líquido amniótico, por lo tanto al momento de nacer, para Dr. Pipino, su papá pudo ser cualquier persona del mundo. En este sentido, ya el papá comenzó el camino del vínculo en desventaja en relación a mamá.

Además, como mamá debo admitir que una vez nacido el bebé me costó y me cuesta aún hoy facilitar el vínculo de ellos dos muchas veces (de manera inconsciente). En primer lugar porque “nadie cuida al bebé como mamá”, frases hermosas en la vida si las hay pero que representan mucho del cuidado, la dedicación y sobre todo la PACIENCIA que le tengo a mi hijo en momentos en que habría que romper todo. En segundo lugar porque me considero más atenta y delicada en cuanto a lo que mi hijo necesita: presto más atención cuando tiene sueño, hambre, está sucio, fastidioso, etc. Y en tercer lugar porque cada vez que los veo interactuar y el papá no tiene con el bebé el mismo trato que yo tendría, lo controlo, corrijo e inclusive muchas veces me enojo con él al respeto.

Conclusión: mi novio se ofuscaba, porque le daba a entender abiertamente que nada de lo que hiciera lo iba a hacer bien y se replegaba, limitando la interacción con su hijo. De mi reacción tardé poco tiempo en darme cuenta, pero estoy tardando más tiempo en poder controlar mis mensajes y no coartar la relación entre ellos. Para ello pensé (como buena psicóloga que soy) diferentes estrategias teniendo en cuenta de que el papá NUNCA lo va a tratar de la misma manera que yo, básicamente porque es otro ser humano diferente a mi, pero que aún así tengo que permitirles poder tener su espacio para que puedan construir su vínculo.

Para ello lo primero que hice fue serle sincera a mi novio y poner de manifiesto lo que sentía, esto me ayudó a bajar mucho mi nivel de angustia y a que él entendiera el porqué de mis reacciones. En segundo lugar hablamos de lineamientos básicos, de cosas permitidas y cosas que no, por ejemplo: no revolear fuerte al bebé, no dejarlo mirar tele todo el día, si dejarlo salir a jugar al balcón con supervisión, etc. Y en tercer lugar lo que opté por hacer es darle espacio para que estén los dos solos sin mi presencia. Obviamente tenemos momentos en familia, pero en esas ocasiones el bebé suele estar más conmigo; entonces para que puedan conectar hay veces que me voy a hacer otra cosa para dejarlos fortalecer su vínculo, diálogo y juego. Por ejemplo, en este momento yo estoy escribiendo esta nota y ellos están en el comedor solos, el papá tocando la guitarra y el bebé escuchándolo de a ratos, golpeándole la guitarra para hacer música también y jugando con sus juguetes en frente del papá.

Nunca nadie lo va a criar y cuidar como yo, ni el papá, ni la abuela, ni la niñera, ni nadie, de eso tengo certeza, pero el papá de Dr. Pipino quiero que sea una figura tan importante en su vida como lo soy yo, su mamá. Y para eso tengo muy en claro, que para lograrlo yo soy una pieza fundamental en el rompecabezas dado que soy la que puede habilitar o dificultar el vínculo entre padre e hijo. Decido dejarlos ser, decido que se relacionen y decido no interponerme en el medio.

¿Y tu experiencia cuál es?

Pañales y cómo elegirlos

La tarea de elegir pañales no fue fácil. Comencé a averiguar y preguntar por todos lados que marca me convenía comprar. Primeramente desde mi ignorancia acerca de los pañales inclusive tuve que googlear que significaba RN, que ahora sé que es Recién Nacido (taaa tiene lógica si una se lo pone a pensar). 

En fin, recabando información vi que existían 4 marcas que fabricaban pañales (hablemos de monopolios!) y que en líneas generales eran las dos grandes marcas, las que se adaptaban mejor a lo que hipotéticamente yo estaba buscando: que no se pasen, para evitar el recambio constante de pañales y que no paspen la colita. 

Todas las mamás con las que hablé en persona me recomendaron que comprara un paquetito de cada marca y que esperara a que nazca Dr. Pipino para ver cual le resultaba mejor a él y yo como buena madre primeriza ¿qué hice? me compré amplio stock de la marca que me sugirió mi novio, de los que según él, eran “los mejores”. Cuando digo amplio stock me refiero a 3 paquetes grandes que en total sumaban más de 100 pañales, por lo que me sentí psicológicamente aliviada por el simple hecho de saber que no iba a tener que salir corriendo a la madrugada a comprar pañales, al menos por el primer mes. 

¿Qué fue lo que en realidad terminó sucediendo?, la expectativa en mi caso parece estar siempre lejos de la realidad y el destino parece querer reírse en mi cara. Al nacer Dr. Pipino, luego de darle el alta y volver a casa, comenzó a usar sus pañales especialmente seleccionados por mí y… no le funcionaron, se le pasaba constantemente el pis y la caca y lo tenía que cambiar íntegro cada vez que se hacía caca y a veces inclusive bañarlo. 

Encima en un principio usó entre 7 y 10 pañales por día, un poco porque se le pasaba y otro poco porque cuando recién nació por ahí hacía una caquita del diámetro de un vaso y ¿qué iba a hacer, dejarlo cagado? no!, como buena madre lo cambiaba.

Me quise matar, pensaba que hacer con tantos pañales y tanta plata que parecía tirada a la basura; tragué saliva y se los puse igual, hasta gastarlos todos!!. Pensándolo ahora en frío podría haberlos revendido o algo, pero se nota que el puerperio y la falta de sueño de ese momento no me jugaron a favor para pensar en este tipo de estrategia. 

Los pañales reutilizables para mi nunca fueron una opción, porque simplemente me dije a mi misma que no me la iba a pasar lavando pañales. Se que los pañales de Dr. Pipino probablemente le sobrevivan pero antes de dar a luz le hablé a la madre naturaleza y le dije que siempre reciclo todo, pero que en esta me bancara. Así que un día cuando se me acabaron los 100 pañales y antes de volver a comprar otros, abrí una bolsita de unos que me había venido con el bolso maternal que me dieron en la obra social, que resultaron ser los de la competencia y… FUNCIONARON, la caca y el pis no se pasaban y en esos 20 minutos gloriosos y azarosos que tenía de sueño corrido y en los cuales iba de cuerpo NO se despertaba al sentir la humedad de su propia deposición.

Si tuviera una máquina del tiempo y pudiera volver atrás al momento que le dí comprar a los pañales pensando que estaba haciendo “la inversión de mi vida”, me diría: momento!, compra un paquetito de cada uno y probá, probá que le queda más cómodo y que le hace mejor, que la ansiedad no te gane la pulseada.

Y a vos ¿qué te pasó, cuál fue tu experiencia?

Volver a trabajar fuera de casa

Si bien es cierto que nunca dejé de trabajar, porque 5 días después de parir estaba dando clases desde la comodidad de mi hogar, lo cierto es que cuando mi hijo cumplió 4 meses, me tocó volver a hacerlo presencial. Como la mayoría estimo, traté de juntar todas las vacaciones, feriados, días con permiso y demás para estirar mi licencia lo más posible pero al fin y al cabo tuve que volver a salir 8hs. fuera de mi hogar como le pasa a muchas mamás. 

La ambivalencia estuvo siempre a flor de piel, porque si bien quería volver, como método de inhibición y de escape de las tareas diarias de maternar: cambiar pañales, dar la teta, hacer de comer, etc., se me partía el corazón de solo pensar que estaría fuera de casa tantas horas sin mi hijo Las primeras 2 semanas de trabajo fueron las peores, me cansaba mucho, me había desacostumbrado a viajar en transporte público, a ir y venir, hablar con gente, etc. A eso además había que sumarle que muchas noches dormía entre 2 y 4 horas, por lo que cuando arribaba a mi lugar de trabajo estaba muerta y agotada mental y físicamente.

También al volver a trabajar, no sé si como forma de castigo o de protección (nunca lo dilucidé), me cambiaron de grupo de trabajo y de coordinador. Gracias a Dios mi nuevo líder resultó ser el ser humano más comprensivo y sensible del mundo respecto a la etapa vital por la cual estaba pasando y me ayudó muchísimo no haciéndome problema cuando llegaba 2 hs. tarde porque me quedaba dormida, cuando me tenía que retirar antes para llevar el nene a la pediatra, etc. Fue uno de los acompañamientos más grandes que tuve en el proceso de readaptación en el ámbito laboral. 

Algo muy duro de esa época fue poder mantener la lactancia. Me acuerdo que me sacaba leche antes de ir a trabajar y la dejaba en la heladera; llevaba el sacaleche conmigo a todas partes, pero lamentablemente en mi trabajo no había lactario, así que recuerdo estar sentada en el inodoro sacandome leche (lo cual de por sí era un asco) y luego tener que tirar mi “producción” en el lavabo porque no había dónde ni cómo guardarla. A duras penas logré seguir produciendo leche. 

Mientras tanto en casa, estaba mi sobrina en el rol de niñera y tenía que soportar mis mensajes a cada rato. Si antes cuando estaba en casa era pesada respecto a la crianza de mi hijo, ahora que no lo veía me ponía aún más densa, pero gracias al cielo ella también contestaba a todas mis demandas, lo cual me permitía seguir concentrándome en el trabajo. Lo mejor de todo es que como mi hijo era tan chiquito, no se daba cuenta de que me iba, no lloraba ni nada por el estilo y eso me dejaba tranquila. 

Creo que lo más difícil para mí era cuando volvía del trabajo cansada y todavía me esperaban varias horas de actividad con mi pequeño hasta tanto este se durmiera, con la incertidumbre de si esa noche iba a dormir de corrido o no, para estar al otro día un poco más despierta. 

La travesía duró un poco más de 2 meses, luego se decretó la pandemia y nos quedamos todos en casa, con lo cual se simplificaron muchas cosas y otras tantas se complejizaron al estar el 100% del tiempo dedicada a mi bebé y a mi hogar. Sobrevivimos y varios meses después volvimos a encontrar niñera, pero esta vez mamá ya estaba todo el tiempo trabajando desde casa. En conclusión fue duro psicológica y mentalmente dejar a mi hijo tantas horas, pero descubrí que extrañarlo y sentirse laboralmente útil también está bueno ;).

¿Y vos, qué sentiste cuando tuviste que volver a trabajar?

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